Monseñor Monsalve se 'confesó' con El País antes de Semana Santa

Monseñor Monsalve se 'confesó' con El País antes de Semana Santa
Por: Olga Lucía Criollo / Reportera de El País

Monseñor Monsalve, ¿cuál es el mensaje de la Iglesia Católica para esta Semana Santa?
Un mensaje de consolación en el dolor, de certeza ante los miedos, de entereza ante la corrupción, de valentía para caminar hacia la reconciliación. El pueblo colombiano está sintiendo dolor, ejemplarizado en Mocoa y todas sus víctimas, pero también en Yuliana y todas las víctimas de la violencia, sobre todo niños y mujeres. Hay que ofrecer esa consolación que da el Crucificado a los que están viviendo la Cruz. También llegamos con mucho miedo, que es casi un fenómeno mundial, por el terrorismo islámico, pero también por el futuro. Le tenemos miedo a los cambios, al pasado y a la verdad... El país, el mundo, siente mucha rabia por la corrupción tan impresionante, por el robo de los bienes públicos. Son sentimientos muy concretos: dolor, miedo, rabia, pero diría que también hay un sentimiento de expectativa.

¿Expectativa por qué?
Estamos viviendo lo agridulce del proceso de paz. Todo el país siente que ciertamente se bajó la guerra, se vació de heridos el Hospital Militar, se dejó de transportar víctimas de la guerra en los territorios, se ha avanzado en la aplicación del acuerdo de La Habana y hay una mesa de diálogos con mucha ambigüedad en Quito, pero el agridulce de esto es que todavía hay una amenaza que es esa violencia demostrativa, selectiva contra líderes sociales, defensores de derechos humanos y líderes de paz, eso preocupa mucho, y también el agridulce de no saber si realmente este proceso se consolidará y continuará o si se va a enredar. Estamos en un momento clave porque el país está pensando que recibir al Papa es como un espaciecito de futuro que nos va llegando en la persona, el mensaje y los gestos del Papa. Hay expectativa porque nos podamos sentir más unidos, mejor reunidos y más dispuestos para dar el primer paso.

¿Y a nivel personal, cómo llega a estos días santos el Arzobispo de Cali, que ha vivido tiempos difíciles y ha sido centro de polémica?
Me siento agradecido con Dios de que me permita compartir en algo los sufrimientos de la Iglesia a nivel universal. Cuando el Señor le permite a uno tener más la experiencia de la Cruz, es que lo está privilegiando mucho y, aunque cuesta a veces asimilar situaciones, hay que poner a un lado el yo, el prestigio personal, no me he dedicado a cuidar mi prestigio, y ahondar en causas que deben ser protegidas, defendidas, impulsadas. Creo que para cualquier obispo una ciudad como Cali es un desafío grande... a los tres últimos arzobispos nos ha tocado enfrentar más en lo personal la realidad local, pero eso me hace sentir que es el Señor el que está actuando conmigo, que no soy un improvisado en la situación.

Hablando de polémicas, esta semana se conoció un documento de la Arquidiócesis con el que se buscaría que los sacerdotes se responsabilicen de sus actos de pederastia...
Esa es una política de la Conferencia Episcopal que nos la sugirieron y la adoptamos en el Manual de Prevención y Protección a los Menores, porque en Colombia el sacerdote no es un empleado de la Iglesia, no obstante que ella es la que lo ordena y lo nombra. Es imposible para cualquier institución asumir la total responsabilidad de lo que haga cada uno de sus integrantes. Creo que no hay la primera institución en el país a la que le estén exigiendo lo que algunos pretenden exigirle a la Iglesia. En segundo lugar, la Iglesia le pide al sacerdote que ponga su responsabilidad personal y yo creo que eso se los deberíamos pedir en la sociedad a todo el mundo.

Pero hay quienes dicen que con eso la Iglesia busca salvar su responsabilidad en casos como el relacionado con el padre Mazo, condenado por el abuso a 3 menores...
Es exigir la responsabilidad personal, sin que eso implique renunciar a las responsabilidades morales, pastorales, institucionales que tiene la Iglesia. En los casi siete años que llevo en Cali hemos buscado el contacto y la comunicación inmediata con cualquier persona que se sienta afectada por la mala conducta de clérigos o personal de Iglesia. En este caso hay un escenario judicial, que ya es un incidente de reparación y requiere que la Iglesia tenga el derecho a defenderse, a que se le venza en juicio con el debido proceso y a que cuando se habla de víctimas indirectas, es decir, de los familiares de las víctimas, se compruebe también la afectación y el daño que la Iglesia les ha causado, porque si no eso se vuelve un festival de oportunistas y hay maestros de orquesta que lo aprovechan.

Usted asegura que en ese caso ha sido tergiversado, ¿por qué?
Primero se partió de una mentira, que el Arzobispo dijo que eran los niños los que habían violado al cura. Sobre una verdad, que era que el cura había violado los niños y está pagando 33 años de cárcel por ello, se monta la contraverdad de que el Arzobispo dijo. Es pensar que soy el más torpe del mundo o que mi abogado está siendo más torpe. Eso no se ha dicho ni está escrito en ninguna parte, pero es el primer consumo que la gente ha hecho, es la caricatura. Baste decir que aquí se está trabajando una manipulación y que las responsabilidades individuales no se anulan, tampoco la familiar, y si el abogado debió haber hecho lo que no hizo, que era presentar las pruebas del daño a víctimas indirectas, montar los testigos y hacerlo en los términos establecidos por la ley, ahora saca esto a los medios, me pide que desautorice a mi abogado y además busca que me saquen de Cali. Frente a la manipulación evidente del proceso civil que se adelanta, mantengo mi total entereza. En esto la verdad es muy importante, así resulte dolorosa para las partes.

En medio de eso, cuando se supo que el Papa no venía a Cali se dijo que sus posiciones polémicas habían sacado a la ciudad de la agenda del Pontífice…
Lo que pasa es que cuando se cuenta tronco pagador, todo cae sobre él y es el estilo de estos amigos y amigas que buscan una orilla para graduarse como enemigos del Arzobispo y yo no los graduaré como tales, los considero feligreses por los que tengo que rezar mucho más.

¿Pero sí faltó gestión?
En la hora de escoger adónde va a ir el Papa nosotros no tenemos una determinación, sí una consulta. Estaba contemplada Tunja, la sede del presidente de la Conferencia; Quibdó, adonde el Papa dijo que iba, y también Cali, y nosotros estábamos listos. ¿Por qué se cambió? Yo diría porque el Papa mermó el tiempo y porque Medellín entró a pesar con el significado que tiene para la construcción de la paz en Colombia el documento Medellín 1968, de la segunda asamblea general del Celam. Creo que pesa más el documento que la misma ciudad, porque es una carta magna para construir la paz con justicia social y el Papa va a poner esas bases aquí: una paz con justicia social, con opción preferencial por los pobres, como lo dice Medellín; una paz que no tolere la violencia estructural ni la injusticia institucional.

¿Y qué hay de las otras ciudades?
Sobre Cartagena, no olvidemos que el Papa viene en la Semana por la Paz, que siempre incluye el 9 de septiembre, la fiesta de San Pedro Claver y también la jornada de los Derechos Humanos en el país, y Villavicencio tiene que ver mucho con el ambiente ecológico, la Laudato Sí, y la Amazonia, los indígenas y la paz, porque allí va a haber un encuentro grande de artesanos de paz, venidos de todas las orillas, con el Santo Padre. De modo que, más que ciudades, se trata de la nación entera que acoge, escucha y ama al Sucesor de Pedro.

Hablemos de paz. ¿Cómo analiza el primer ciclo de diálogos con el ELN?
Eso va, con dificultad y sufrimiento. No fue fácil abrir la mesa y estamos poniendo todo lo que está a nuestro alcance para que se sostenga. Necesitamos que la subversión haga una reelaboración de su lectura sobre la realidad colombiana y tome decisiones de fondo, como sería un cese unilateral del fuego que propicie la llegada rápida del bilateral, que evite muertes de gente del ELN, de ciudadanos, de policías, de soldados, y la destrucción de infraestructura. Y que ojalá el Estado también haga gestos correspondientes en lo humanitario. Quienes hemos constatado la situación de los presos políticos del ELN vemos la situación tan inhumana en la que se encuentran y ahora son personas con derechos civiles y no combatientes sometidos a las leyes de la guerra, hay que hacer también gestos de indulto y excarcelación.

¿Y cuál sería el papel de la sociedad?
Queremos iniciar un acercamiento del ELN con sus víctimas en todo el país, que no sean viajes a Quito, como los de 60 personas a La Habana, sino reuniones en la propia patria colombiana donde se han cometido esas crueldades. Puede iniciar con las víctimas mismas del secuestro y de las personas que han muerto en poder del ELN. Hemos visto que quieren dar pasos y la Conferencia Episcopal está dispuesta a ayudar. Tenemos que pensar cómo robustecemos en Colombia un clima hacia la paz, un ambiente con esperanza de paz. En eso todo el país tiene que ser convocado y si la convocatoria mía no vale nada, que escuchen la de otros, pero la Nación entera debe propiciar estos hechos de reconciliación y de paz que ya han tenido algún impacto.

Al ELN se le ha pedido que se aproveche la visita del Papa para mostrar avances en la mesa...
Eso se lo dijimos en la reunión que tuvimos en marzo los obispos de la Comisión en Quito. Nos reunimos por aparte con la delegación del Gobierno, el ELN, el Episcopado, los centros de refugiados y los países garantes y luego tuvimos una pequeña sesión con todos y les hablamos del compromiso que deberían asumir ellos y toda la sociedad para que la visita del Papa no sea aprovechada para dividir más al país sino para centrarnos en la construcción de la paz. Es un gran dilema que tenemos: ¿dejaremos que la visita del Papa la aprovechen para polarizar y para réditos electorales o nos centraremos todos, subversión, Estado, sociedad sin distingos de partidos e incluso los que andan en caminos delincuenciales, como algunas Bacrim que han expresado disponibilidad para el acogimiento a la Justicia, en hacer sentir voluntad de paz?

Una misión complicada...
Algunos se sienten ofendidos cuando yo digo que es un deber ético ponerle fin al conflicto armado en Colombia y no seguir amontonando muertos y muertos y muertos. No lo han entendido, pero es un deber ético en un país que tiene millones de víctimas. Un país anegado en sangre y seguir oponiéndose a un acuerdo que hace un Estado legítimo, con un acompañamiento de la comunidad internacional, con garantías, eso hay que superarlo, pero no va a ser fácil.

¿Por eso habla de la paz agridulce?
¿A quién no le gustaron las imágenes de las caravanas de las Farc en marcha a las zonas veredales, a quién no le llaman la atención los cambios de actitud y la entrega de los niños y de las armas e incluso el querer revivir su condición de esposos y de padres y engrendar hijos? Son gestos, pero no podemos caer en eso que llamo la marionética, que es el tratar de crear una gran confusión sobre el bien y el mal. Me parece muy grave esa estrategia de la posverdad, que es muy dañina.

Aquí hay que hacer un buen ejercicio de discernimiento, la sociedad tiene que sacudirse de esta situación y a eso nos pueden ayudar mucho los que de buena fe, porque no pongo en duda la buena fe, se opusieron a ese acuerdo, pero que no se opongan a que Colombia salga de allá y que no posterguen esto. Y que ahora que viene el Papa, aceptemos ya que ese es el primer paso que tiene que dar la sociedad colombiana.


¿Se quiere ir de Cali?
“En ningún momento. No por cuenta mía, salvo que la Iglesia me pida algo. No quiero que me saquen a los gorrazos de Cali, porque yo llegué aquí no de cuenta propia sino mandado por mi Dios, a través de la Iglesia. Ni se me había ocurrido alguna vez en mi vida que iba a venir a Cali, y estoy feliz aquí haciendo lo que creo que debo hacer y eso no significa que no cometa errores, que no deba corregir cosas, estoy también dispuesto a identificar errores, pero lo que no estoy dispuesto es a salir corriendo. Que tengan paciencia porque de pronto, si mi Dios me da vida y salud, me tocan siete años más de obispo en Cali”.